Lo que me gusta, dice Dios, es encender lámparas. Sin luces estáticas en la calle, no, sin focos deslumbrantes, sin luces de neón suaves. Lo que me gusta es encender lámparas vivas! Y enciendo todos los días, en todas partes del mundo, entre hombres, mujeres, ancianos, niños.
Los enciendo con tanta alegría, con tanto cuidado amoroso, encantado con mi sorpresa, y hasta con una dulce maldad… Lo que enciendo en ellos es una luz de amor o de paz, un sentido de vida, una esperanza, un yo mayor. confianza. También es un estallido de creatividad, un estallido de compasión, un toque de audacia. Sigue siendo valor para aguantar, libertad interior, capacidad de asombro, confianza en mi providencia, acercamiento a Jesús, mirada benévola…
y muchas otras cosas que se me parecen y dan luz. Me gusta iluminarte como lámparas vivas. A menudo comienza pequeño, como una bombilla LED. Pero poco a poco, con el paso de los días, se enciende más fuerte si lo dejas vivir. ¡Y no fui yo quien lo dejó a un lado o lo apagó! Porque “nadie enciende una lámpara para ocultarla o ponerla debajo de la cama; antes bien, se pone sobre su candelero para que los que entren vean la luz. (Lucas 11:33) En cada uno de vosotros enciendo mi lámpara, la que se me parece. ¿Quieres dejar que brille? ¡El mundo lo necesita!
Beatriz Hertoghe
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